marzo 25, 2008

Inventando la Diferencia II

El proceso de cambio en Bolivia es el producto de un sutil y silenciosos avance en el reconocimiento de múltiples diferencias que se habían mantenido “escondidas” en los distintos ensayos de construcción nacional desde la fundación de la República. La diferencia era manifiesta en la realidad cotidiana, pero era invisible en la interpretación teórica e intelectual. La emergencia de “los otros” en formas de búsqueda de identidades, generó la incógnita de la ecuación global – local, en la que un país como Bolivia pudo explicarse. No obstante, el proceso democrático comenzó a reconocer los problemas de manera superficial y la práctica instrumental del factor electoral impidió que los problemas sean advertidos de manera profunda. En una perversa seducción por las formas mediáticas, la democracia se convirtió en la forma de reproducción de las exclusiones centenarias y el ejercicio electoral se convirtió en un festival de colores, banderas y formas, antes que de propuestas, respuestas y hechos. Con tales cimientos, el edificio de la democracia formal y pactada, no tenía más destino que derrumbarse, con sus arquitectos, constructores y albañiles.

La “bolivianidad” había sido una fantasía creada artificialmente durante más de siglo y medio, pero lo más grave, es que no había sido más que un collage de diferencias superpuestas unas sobre otras. El informe de Desarrollo Humando 2007 del PNUD estableció que tenemos una multiplicidad de identidades culturales por lo que no existe “una nación única, homogénea y avasalladora”. Hay una nación plural y heterogénea en continuo proceso de construcción, hay un estado intercultural, que es inconcluso e inconsistente para el desarrollo nacional. La redacción del informe establece que en la institucionalidad estatal ha estado siempre presente la figura del “poder dual”. El Estado ha estado secularmente ausente de distintas dimensiones de la geografía territorial y social de Bolivia. Grupos sociales de distinta índole, han fungido de Estado ante la ausencia del mismo, en los ámbitos de la representación, de la distribución, de la administración de justicia, entre muchos más. La crisis de institucionalidad ha sido elemento articulador de las formas de organización política, más ningún proyecto en función de poder logró resolverla.

Evo Morales, hombre proveniente de la lucha sindical, capitalizó para sí las formas y manifestaciones de las distintas emergencias del país, en el momento de la hecatombe de las formas democráticas anteriores a su asunción al mando. La causa fundamental reivindicada, fue la matriz indígena que le ha permitido desentenderse de su pasado sindical como campesino productor de hoja de coca (emparentado a las formas de narcotráfico), para construir una imagen “mandeliana” de un liderazgo a nivel internacional. Supo posicionar a Bolivia en los intereses de la agenda internacional con hechos simbólicos muy importantes como la denominada “Nacionalización de los Hidrocarburos” y su afrenta a las más importantes inversiones extranjeras en el país. El año 2006 y coincidiendo con asunción al mando de la república boliviana, Morales comandó una vorágine de acciones (simbólicas y discursivas) que prácticamente arrinconó la reacción opositora y llevó al espacio público nacional a una suerte de monólogo gubernamental que sacudió las anquilosadas estructuras del status quo informativo, proponiendo la oferta del “cambio”. Nacionalización, inclusión indígena o desmantelamiento del sistema neoliberal, fueron los impulsos discursivos sobre los que se sucedían diariamente acciones que comenzaban a organizar una caótica sumatoria de respuestas a demandas insatisfechas. La voluntad expresada en la palabra de Morales mostraba un ímpetu envidiable, pues era el resultado de una vitalidad política otorgada por el electorado que había depositado en él su esperanza en el cambio propuesto.

No obstante, la influencia y los recursos económicos de Hugo Chávez han posibilitado que países como Bolivia, Ecuador y Nicaragua hayan entrado al esquema diseñado por el mismo. Con el simbólico apoyo de La Habana en la mítica figura de Fidel Castro, los países mencionados han comenzado una renovada forma de relacionamiento internacional con similares rasgos y acciones. La irreverencia ante la administración Bush, el cuestionamiento a los agentes de la inversión extranjera y empresas transnacionales, el desconocimiento y rechazo a los acuerdos internacionales de libre comercio con bloques consolidados, el desafío mediático a los agentes opositores, el desahucio al sistema tradicional de partidos y la extrema polarización interna. Hasta la fecha la formula apenas comienza a funcionar aunque el desgaste por el riesgo de la apuesta es evidente. Chávez fue derrotado electoralmente en su intención de hacerse presidente vitalicio y Morales siente el crecimiento de los factores opositores regionales. Ortega y Correa todavía viven la administración de su capital electoral fruto de sus recientes victorias, aunque se anticipan fuertes escenarios de cuestionamiento interno.

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