marzo 18, 2008

Inventando la diferencia (I)

Personalmente fui militante de las propuestas de reconocimiento de las diferencias. En un país de sociedad y cultura “abigarrada”, era imposible seguir pensándolo como una sola unidad, en un solo proyecto y en una sola dimensión. Me enfrenté durante años a los defensores de la unipolaridad de las relaciones y guardé cautela ante las propuestas de un discurso envolvente, mas no del todo convincente, sobre el futuro de los pueblos. Si muchos se impresionaron con la premisa del “fin de las ideologías” en los últimos años del pasado siglo, pecaron de ingenuos sin percibir que el espacio público internacional iba a ponerse muy candente con nuevos sujetos y nuevas variables de polarización política e ideológica.

El fin de la Guerra Fría con la caída del bloque socialista y del modelo de acumulación económica basado en la planificación, daban luz verde a la construcción de nuevos escenarios de conflicto internacional basados en le unipolaridad ideológica y la rectoría del mercado en la relación económica. Cuando el Este y el Oeste dejaron de rivalizar entre sí, el Norte y el Sur comenzaron a reconocer una nueva forma de enfrentamiento basado en la dependencia de unos respecto de los otros. Europa se alzó como una unidad económica, los países del Asia se involucraron en dinámicas de des-localización de la industria, América Latina comenzó a cuestionarse sobre su viabilidad como región, respecto de África que se constituía como el espacio marginal de un mundo que quería globalizar todo excepto la distribución de la riqueza.

De esa manera llegamos a un Siglo XXI que comenzaba a generar un re-posicionamiento de actores y sujetos políticos a nivel internacional, esta vez soportados en plataformas de visibilidad mediática, en la búsqueda de lograr un espacio público internacional con voces, valores y paradigmas únicos. A tan solo una año de recibido el siglo, un hecho sucedido en un día once iba a sacudir las formas de interpretación de la historia con sus consecuencias en todos los ámbitos de la cultura humana contemporánea.

Resultaría inútil el describir la sucesión de hechos posteriores que llevarían a una nueva configuración de polaridades en el mundo, pero es importante destacar genéricamente los focos de atención pública mundial. El mundo occidental de matriz judeo-cristiana, descubría la severidad de un enemigo milenario que despertaba la atención y el cuidado del adversario, ésta vez amparado en renovadas formas de acción directa. La violencia y el terror comenzaron a ser usados de manera espectacular y los medios de comunicación (aquella “maravillosa” invención occidental), entraban al juego dispuesto por esos “otros”, para generar la pesadilla y paranoia de los sujetos auto-nominados a dirigir los escenarios del poder y la hegemonía mundial. De igual manera, los “maravillosos” medios, comenzaban a tomar partido en las formas de mediación y sustitución entre la sociedad y el Estado. Fenómenos como el de Berlusconi en Italia, son sobradamente elocuentes del impacto de una acción mediática dirigida al escenario político.

La emergencia de “los otros” en formas de búsqueda de identidades, generó la segunda incógnita de la ecuación global – local. Las formas estatales comenzaban a ser interpeladas por las identidades nacionales y locales, pero también por las formas corporativas de acumulación económica desde el punto de vista privado. Hoy sabemos que existen empresas que tienen más recursos que muchos países pequeños y hasta medianos. Como también conocemos de aspiraciones nacionales que buscan transformar la actual organización política de los estados nacionales, tal cual los conocemos hoy. Las búsquedas separatistas comenzaron a plantear interrogantes sobre la nación y sus otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa comenzaban a plantear los nuevos tiempos de identidad diversa. Los conflictos bélicos entre occidente y el Islam tuvieron el climax de lo posible en los intentos de “limpieza étnica” entre bosnios y serbios. La “islamofobia”, se hizo selectiva entre los que negociaban sus recursos en actitud satelital al centro poderoso y los que planteaban esquemas alternativos o francamente opuestos.

Líderes carismáticos en gestiones populistas, multipartidismo volátil se reprodujeron a lo largo y ancho de las democracias más débiles y el vaciamiento de la política tuvo su escenario principal en los medios de difusión que comenzaron a lucrar con el espectáculo político. El planeta miraba como sus sociedades enfrentaban los rasgos de fragmentación de la demanda, la desarticulación de la sociedad civil, la reducción de la intervención del Estado en la economía y la apertura de los mercados. Los líderes de opinión cedían sus lugares a los líderes mediáticos y la televisión comenzó a marcar el ritmo de la agenda. La televisión enfocó su trabajo en la novedad y la alta velocidad. Los “fast thinkers” banalizaban los contenidos con su lenguaje sencillo y su corto tiempo de presentación. La política basó su propuesta en la “tele-fabricación” y el “sound bite”. Luego vino la “sondeocracia” y la concentración de la atención política en el personaje. La democracia de audiencias transformo los clivajes políticos, haciéndolos diversos y volátiles en el tiempo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un muy buen resumen y análisis... espero la 2da parte con las conclusiones.

Santiago dijo...

y encima la dicotomía postmoderna cuasi filosófica de Negri de Imperio-multitud...

creo que el fin de la guerra fría ha significado un clivaje de mayor hondura que el ideológico... son tiempos de cambios

El Educas dijo...

Son algunas provocaciones para entender el actual momento. Creo que la complementación con dos partes más que postearé en breve podrán, abrir un debate necesario sobre el descubrimiento de muchas diferencias, pero también sobre las invenciones e inducciones de otras tantas.