marzo 27, 2008

Inventando la diferencia III

Si alguna virtud pudo haber tenido el gobierno de Evo Morales es que precipitó el proceso del debate sobre las diferencias y su discusión es un proceso que se entiende y asume como irreversible. Sin embargo y por el impulso simbólico y discursivo de la propuesta de “cambio” afianzada en el propio discurso de la diferencia, hoy asistimos al espectáculo del “descubrimiento” de la misma y en muchos casos a la invención o inducción de otras distintas. En la actual coyuntura, es muy fácil escuchar multiplicidad de discursos alrededor de la diferencia entre los otrora sujetos unidos en la “bolivianidad”. Los “altoperuanos” habían sido radicalmente distintos de los amazónicos, los centralistas aparecieron genéticamente antagónicos con los autonomistas, los urbanos resultaron ser los verdugos de los rurales, los Q’aras absolutamente incompatibles a los T’aras, los cambas superiores a los collas y los originarios, a su vez, mejores que los mestizos y todos los demás. La sumatoria de distintos exacerba imaginarios sociales de distinciones muchas y desvía la atención de la diferencia real, como es la urgente, principal y determinante que se resume en la variable económica. Esa que se vive en todas la realidades y que mantiene la histórica relación entre ricos y pobres.

En Bolivia como en muchas partes del mundo, los desiguales, disputan los recursos de la escasez y el conflicto pretende explicarse sobre múltiples formas de la diferencia, dejando de lado la perversidad de los intereses económicos que no tienen nación, ni identidad, ni se adscriben a ninguna diferencia formal. Sin embargo, “las diferencias” actuales calzan a la situación para explicar el conflicto boliviano. Ahí aparecen los iluminados y plantean el reconocimiento torpe y demagógico de la diferencia, para instrumentalizarla en la visión política de corto plazo. En esa circunstancia, la precaria institucionalidad del Estado boliviano, termina por hacerse añicos, pues las diferencias se manifiestan en propuestas constitucionales, en la distribución de derechos y hasta en la responsabilidad frente a los deberes. En el momento actual, comienzan a transformarse las diferencias para proponer ciudadanos de una u otra categoría, la igualdad jurídica se trastorna y la capacidad estatal para distinguir las diferencias, si nunca funcionó, hoy menos. El conflicto entre lo colectivo y lo individual atemoriza las formas culturales. Las intolerancias de los excluidos de antes generan intolerancias para los excluyentes de hoy. Los circunstanciales administradores del poder fomentan la diferencia con el fin mezquino de la promesa y el respaldo electoral, sin saber que en el tiempo esa es un arma de doble filo que puede volverse en su contra. La fragmentación de la demanda rompe las lógicas de representación y las espirales del silencio frente a las consignas postergan las demandas reales respecto de las construidas en el discurso.

El fetiche del Estado omnipotente y omnipresente sirve como herramienta coyuntural para garantizar la adhesión discursiva mas no se puede pensar en una perspectiva sostenible en el tiempo. Las expectativas crecen y se multiplican, mientras las respuestas se hacen esperar (como siempre), por la debilidad institucional del Estado (desde siempre). La autoridad se rompe una vez más y la acción directa confunde el logro inmediato respecto de la opción real de futuro. El caótico escenario se vuelve funcional y cómplice a los partidarios del Status Quo que buscan la inviabilidad de cualquier postulado de cambio. Los difusores del cambio entran al juego propuesto por sus antagónicos rifando la posibilidad de transformación. Los distintos de siempre configuran la verdadera “desigualdad” mensurable en rangos económicos, castrando en unos y otros la posibilidad de proponer un ciclo de desarrollo vital y certero.

Si Bolivia es desigual en un contexto regional de desigualdad como es Latinoamérica, ahora encuentra mayores factores de distinción y diferencia que la alejan de soluciones posibles a esa misma contradicción. La reflexión no tiene la intención de negar realidades de diferencia que se han traducido en exclusión, racismo, sexismo y otras formas de diferenciación en la historia boliviana, pero lo que en la práctica debería tender a reconocer la diferencia para buscar su complementariedad hoy solo sirve para profundizarlas, distanciarlas y, en gran medida, frivolizarlas. El enconado e irresponsable juego discursivo de las diferencias acrecenta las mismas hacia un punto sin retorno. Así, la incertidumbre vuelve a ser el fantasma que hace guardia a las puertas de las opciones de futuro y los únicos que ganan son aquellos que crearon la diferencia primera y que mantiene las relaciones de desigualdad a su favor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La difrencia siempre ha sido económica, más allá de toda consideración cultural o histórica. Y al final de cuentas, la lucha de clases segfuirá rigiendo las intenciones y los procesos de cambios de éste o cualquier otro país del mundo.