junio 05, 2008

El gordo García


Si alguna característica tiene Evo Morales, desde que asumió la Presidencia de la República de Bolivia es que es una figura que genera mucha noticia (que no precisamente es información). A partir de ello es un deleite para el periodismo nacional y, por supuesto, el internacional, por tanto material publicable. Me confesaba un colega periodista independiente, que atiende requerimientos internacionales, que desde la asunción de Evo, tiene mucho más trabajo, lo cual repercute positivamente en su economía personal. Pero al margen de la anécdota, los bolivianos hemos entrado en el ritmo noticioso de Morales con una impresionante cantidad de hechos “noticiables” que nacen a partir de su propia boca.

En nuestra joven democracia, los presidentes de turno han tenido muchas características que van desde el hiper-discreto Víctor Paz que otorgo una sola entrevista durante su gestión de cuatro años, pasando por un mediático Jaime Paz Zamora que embelezado por la naciente televisión privada, gustaba de imponer bastante frivolidad a su paso por el Palacio Quemado. Sánchez de Lozada, Banzer, Quiroga, Mesa y Rodríguez Veltzé, cada uno a su turno, fueron lo suficientemente cautos para evitar mayores e innecesarios riesgos de exposición ante los medios, pero definitivamente ninguno de ellos se compara en la capacidad generadora de hechos noticiosos a nuestro actual presidente.

El tema no sería un problema, si la experiencia acumulada a nivel mundial no aconsejara la preservación de la figura del Estadista, respecto de la cotidianidad de la gestión y los asuntos –mayores y menores- del mundo político en áreas que debe atender un gobierno central. Para ello, los presidentes de gobierno cuentan con sus equipos ministeriales quienes, según su área, se ocupan de atender los asuntos correspondientes a su campo y dejan al “número uno”, los asuntos trascendentales de la tarea de gobernar un país. Los manuales de Comunicación Política, recomiendan que el Presidente, busque estar “por encima del bien y del mal” respecto de lo cotidiano, para ser la última palabra que brinde las soluciones y/o proponga el mecanismo de solución al problema.

Evo Morales opina sobre fútbol, sobre la sede de la ONU, sobre la vida privada de los periodistas, sobre política internacional y hasta sobre el estado corporal del Presidente peruano. Al respecto de la última situación con Alan García, a quien Evo Morales le acusó de “estar gordo y menos antiimperialista que antes”, el Senador Antonio Peredo Leigue, salió al paso para decir que el presidente buscó la manera más gráfica de enviar un mensaje fraterno de crítica y diferenciación ideológica, pero lo cierto es que el exabrupto ha generado un nuevo argumento en la deteriorada relación con el vecino país.

La pregunta necesaria es ¿para qué? La diferenciación ideológica se da en hechos que muestren que una gestión con determinado perfil es mejor que cualquier otra, sobre la base de resultados, no sobre discursos y menos sobre comentarios tan superficiales como la apariencia física. Evo Morales es el boliviano más internacional de la historia, por su origen, su trayectoria, su acumulación y por ser la encarnación simbólica de una lucha por inclusión en una sociedad harto excluyente como la boliviana. Eso no está en discusión ni nadie se lo quita, pero pensar que a través de la declaración diaria, la sobre exposición mediática, el discurso ideologizado o el querer ser la figura unívoca de una gestión -que pretende ser histórica- se lograrán los objetivos trazados, es un riesgo demasiado grande.

Evo podrá ser historia en la medida que responda a las demandas de la gente que lo eligió y también de aquella que no comparte sus postulados. El cambio propuesto será comprobado en la medida en que los bolivianos sintamos la transformación en nuestra opción de futuro, en la certidumbre de la realidad y finalmente, en nuestros bolsillos y mesa, cuando no suframos carencia de las necesidades básicas -como hoy ocurre en gran parte de la población-. El tiempo político se agota en el discurso que lo sostiene, pues llega el momento de los resultados y estos están, lastimosamente, en la economía. La arenga y el comentario fútil no son suficientes si no se acompañan de señales tangibles y evidentes, que sí son necesarios. Por lo pronto, asumo que las mayoría de los bolivianos no nos importa cuánto pesa Alan García, solamente nos genera insomnio la incertidumbre sobre el futuro que hasta el momento no encuentra respuestas en la gestión de nuestro locuaz presidente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero, de que está gordo, esta gordo, jajaja
Penche

Anónimo dijo...

En esta linea... viste lo que le respondió Alan García?

"Yo no me ando fijando en la esbeltez y la gordura de los hombres, eso se lo garantizo; todavía no está eso dentro de mis inquietudes".

Plop!

Anónimo dijo...

Al margen de los comentarios sobre la superficialidad del hecho, la acción de Morales se enmarca en una nueva cortina de humo.

Anónimo dijo...

La salida de Evo, ha dado la vuelta al mundo, y ha sido certera para que se vea la inconsecuencia de un mestizo como Alan García, que utiliza a su gente como un trampolín, dejando atrás muy en el olvido que fue alguien que vendía la imagen de un político comprometido con cambios cualitativos; pero hoy, es él, un obstáculo para los que persisten en esos cambios que el su esencial comodidad abandona. Teloem Pino Bravo.