septiembre 04, 2008

Migración y diferencia

Confieso que soy un producto de la migración y la mezcla. Mi abuelo paterno llegó de Sucre a Potosí para casarse con quien sería la madre de mi padre. Mi progenitor migró a La Paz, luego de cumplir con su deber en la Guerra del Chaco, para buscar mejores días y una carrera profesional que logró con mucho sacrificio. Mi abuela migró desde Riberalta (Beni) hacia Cochabamba con sus hijas, luego de un fracasado matrimonio y finalmente años después se estableció en La Paz. El potosino y la beniana, concibieron tres hijos paceños que gozaron de su esfuerzo para lograr mínimas oportunidades que nos enorgullecen como familia.

Mi esposa es paceña, hija de Cochabambinos, que nos unimos con la idea de formar familia en base al orgullo de nuestra herencia. Esa mezcla se confunde en los rasgos físicos y costumbres culturales que hacen de nuestra manifestación cotidiana un mosaico de expresiones de vida y orgullo de nuestro pasado e identidad. Debo confesar también que dicho intercambio representa el reconocimiento de vertientes genéticas que van desde lo indígena hasta lo mundial, sin que ninguna sea motivo de orgullo o vergüenza distinta entre ambas. Constituimos así el mestizaje multicolor, multiétnico y pluricultural que caracteriza al 99,9% de la raza humana.

Actualmente hemos migrado a Santa Cruz para aportar en la perspectiva de mejores oportunidades para nuestras hijas y entorno social. Ese mestizaje de sangres y culturas se confrontan, a su vez, con el rumbo cultural de un espacio y tiempo global que nos proponen también la impronta de ser ciudadanos del mundo. No por ello, sentimos culpa alguna, sino encaramos el futuro de manera arriesgada con las raíces muy bien plantadas, para reconocer de donde venimos y las antenas bien dispuestas, para advertir dónde podemos ir.

Mi historia se repite hasta el infinito, pues la especie humana ha logrado llegar a lo que es por el fruto de las migraciones por razones económicas y culturales que han configurado un mundo dinámico y cambiante por la situación mencionada. Me chocan, por tanto, las expresiones y discursos que con solapada intención exacerban la diferencia de manera negativa e intolerante. Me chocan las actitudes amplificadas por los medios (enteros) de comunicación que realizan la perversa alquimia de negocio y espectáculo, con oscuro interés de fomento a la acción intolerante. Me indigna la imposibilidad de que los agentes de la polarización impidan el establecimiento de consensos mínimos como valor democrático fundamental de convivencia fraterna y respetuosa.

Me rebelo contra quienes promueven la diferencia como escollo y no como complemento. No me resigno a denunciar a los operadores de muerte y violencia frente a la sana posibilidad de la aceptación del otro con su identidad distinta pero complementaria, que ha sido la dinámica histórica de la evolución cultural del humano como especie. Me pongo en apronte racional para proponer que las ideas de origen único, pureza de sangre y/o derecho adquirido de los otros (por la simple razón económica) sobre un territorio, sean los factores de riesgo de violencia y muerte. Viva la vida y viva el respeto a la diferencia, viva la complementariedad.

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